Por Adriana Ortega Luna
…El
juez dictó sentencia definitiva de este modo: “Decimos
y pronunciamos que la cerda, por razón de asesinato y homicidio por
ella cometido y perpetrado en la persona de Juan Martín, sea
confiscada para ser castigada y condenada al último suplicio, y ser
colgada de las patas traseras de un árbol……respecto a los
lechones de la dicha cerda, por cuanto no está probado que comieran
del dicho Juan Martín, nos contentamos con devolverlos a su dueño,
mediante caución de devolverlos si resulta que comieron de dicho
Juan Martín.”
La cita anterior lejos está de ser
una broma, es un hecho que sucedió en Francia en 1457 y además no
fue un hecho extraordinario, si no que era común que se llevaran a
cabo juicios en contra de animales entre los siglos IX y XIX.
Algunos eran juzgados por la Iglesia y
se les excomulgaba, como a los topos en el Valle de Aosta, Italia, en
el año 824, otros quemados en la hoguera por brujería, como los
gatos negros.
El lingüista estadounidense Edward
Payson Evans (1831-1917) documentó más de 200 juicios contra
animales en casi toda Europa y algunos en Canadá, Brasil y Estados
Unidos. En su libro The Criminal Prosecution And Capital
Punishment Of Animals, nos cuenta sobre estas historias.
Famoso fue el caso de las ratas que
arrasaron con los sembradíos de cebada en Francia en el año de
1522; tras investigar el crimen, el tribunal citó a las ratas a
presentarse al juicio, se leyó en voz alta en medio del campo la
citación y la Corte nombró como abogado defensor de los roedores a
Bartolomée Chassenée.
Evidentemente, las ratas no se
presentaron, pero fue curiosa la forma en la que el abogado argumentó
en favor de sus defendidas:
-
La notificación de actos procesales no había sido apropiada pues el caso "ponía en juego la salvación o ruina de todas las ratas", de manera que todas, no sólo las criminales, debían ser notificadas. Entonces se procedió a notificar a todas.
-
Al no presentarse por segunda ocasión, argumentó que, “como estaban dispersas por el campo, necesitaban más tiempo para hacer el viaje al tribunal”, así que le concedieron una ampliación del plazo.
-
Llegado el día del juicio, al no estar sus clientes presentes, argumentó que “temían ser atacadas por gatos hostiles y no se podía esperar que se pusiera en riesgo sus vidas” para cumplir con la cita.
-
Finalmente, el abogado defensor apeló al sentido humanitario de la corte diciendo que “no era justo castigar a todas las ratas por los crímenes de unas pocas”1, y con esto acabó el proceso.
Más allá de lo jocoso del asunto, estos casos nos llevan a reflexionar sobre el concepto que hemos tenido y tenemos actualmente sobre los llamados “derechos de los animales” y la polémica que tal acepción genera.
Es cada vez más común la tendencia a
manifestarse en favor del derecho de los animales, a su no maltrato y
respeto, a considerarlos como seres que tienen conciencia y que
sienten dolor.
La modernidad, heredera del
racionalismo cartesiano, consideraba que “la razón o el juicio
es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los
animales"2
y a su vez concibe a los animales como bestias, sin ningún tipo de
razonamiento o sentimiento; sin embargo, desde mediados del siglo XX,
hemos venido experimentando un retorno a las formas medievales que
atribuyen a los animales estados mentales, percepción consciente,
sentimientos y hasta cierta racionalidad, somos más sensibles al
dolor que sienten y nos identificamos cada vez más con ellos.
Respecto a los llamados derechos de
los animales existen posturas encontradas, pues hay quienes afirman
que no son sujetos de derechos por la mencionada falta de
racionalidad, pero también existen corrientes de pensamiento que
sostienen que los animales son sujetos de tales derechos por el
simple hecho de que son seres vivientes, al respecto, se aluden a
argumentos analógicos entre personas con limitaciones cognitivas y
bebés quienes tampoco tienen las cualidades de la razón y la
conciencia.
Esta polémica no exclusiva de nuestra
época, podemos remontarnos tiempo atrás, en donde múltiples
pensadores y filósofos se han manifestado en favor de los derechos
de los animales, en el sentido de evitar la matanza y crueldad hacia
ellos. En el siglo XIX, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer
decía que la zoantropía3
evade nuestros deberes hacia otras criaturas y esto es una de las
muchas barbaridades de occidente.
Si bien en muchas culturas la
aceptación de la explotación de los animales para satisfacer
necesidades elementales como comida, vestido, etc., es permitida y
practicada, en el caso de la cultura occidental ésta ha sido
radicalmente indiscriminada y cruel, a diferencia de otras culturas,
como la de los indios americanos, quienes, si bien explotaban a los
animales con estos fines, era muy mal visto la matanza sin sentido o
con tintes de crueldad per se, pues era un ataque sin motivo al Gran
Espíritu. Asimismo, el hinduismo y el budismo pregonaron el
vegetarianismo bajo la idea del Ahimsa, o sea la no violencia y la
compasión.
Por otro lado, el Cristianismo, nos
heredó el concepto teológico de dominio del hombre sobre el resto
de las criaturas (Génesis 1:20-28) y la suposición de que los
animales no tienen capacidad de razonamiento, lenguaje o conciencia.
Desde 1635 se dieron las primeras
leyes relacionadas con los derechos de los animales, en Irlanda se
protegía de crueldad el esquilado del ganado ovino y el trato hacia
los caballos. En 1641, el mismo año que se publicaba las
Meditaciones Metafísicas de Descartes, en Massachusetts se aprobó
un sistema de leyes protegiendo a los animales domesticados. En 1822
fueron prohibidas las corridas de toros en Inglaterra, y así
encontramos múltiples ejemplos a favor de la defensa de los derechos
de los animales y también la misma cantidad de argumentos en contra
de lo mismo.
Quizás respecto a este tema nuestras
reflexiones no debieran centrarse en la capacidad de razonamiento y
conciencia como condiciones para ser titulares de derechos, sino más
bien en el derecho a la VIDA de todas las criaturas de la tierra y no
sólo de los seres humanos; no es una asunto sencillo, pues nos
meteríamos en cuestiones como las de pelear entonces por los
derechos de los vegetales, los virus, y cualquier manifestación de
vida; sin embargo, bajo una visión general, creemos que nos
aportaría mucho como sociedad, repensar nuestra relación con el
resto de los seres vivientes con quienes compartimos este planeta,
tener como base la piedad, la compasión, el respeto hacia los
animales y plantas, estimularía la piedad hacia nuestra propia
especie, lo que sin duda contribuiría positivamente a una mejor
sociedad, no creo que sea necesario llevarlos a juicio como se hacía
en la Edad Media, pero podríamos comenzar por hacernos conscientes
de que no somos los dueños de este planeta y que hay otros que
también tienen “derechos” respecto a él.
1
Evans
E P. The Criminal Prosecution And Capital Punishment Of Animals.
Book
Renaissance. University of California. San Diego.
2
René
Descartes,
Discurso del Método.
3
Ausencia de
derechos de los animales.