domingo, 16 de abril de 2017

Las Novelas y los derechos de igualdad

Reflexiones sobre el texto Historia de la Invención de los Derechos Humanos, de Lynn Hunt.
Por: Adriana Ortega Luna

Las heroínas de la novela epistolar del siglo XVIII, el siglo de la Revolución Francesa, marcaron un fenómeno social del que poco se ha escrito y que en mucho se relaciona con las raíces mismas del concepto de Derechos Humanos.

Rousseau tuvo un enorme éxito con su novela Julia o la Nueva Eloísa, cuyo personaje principal, la desvalida Julia provocó una empatía nunca antes vista entre los lectores. Voltaire la calificó de “basura lamentable”, pero fueron muchos los cortesanos, clérigos, militares y gente del pueblo en general, que escribieron a Rousseau para describir sus sentimientos de “fuego devorador”.

Fue tal el éxito de Julia, que se compara con los Best seller de la actualidad; la traducción al inglés apareció dos meses después, y entre 1761 y 1800 hubo otras diez ediciones en inglés.

Rousseau, nunca utilizó la expresión derechos humanos en su novela, ni éstos eran el tema principal de la misma, pero sí generó una identificación emotiva de los lectores con su personaje principal, y en ello se implicaba la idea de los derechos humanos, pues sólo podemos entenderlos si parten de la identidad, el reconocimiento del otro como un igual; ya lo había comentado Alexis de Tocqueville: “los derechos humanos sólo podían tener sentido cuando a los criados también se les viera como hombres”. [1]

Según la Ciencia, la empatía tiene bases biológicas; los psiquiatras y neurocientíficos afirman que ésta se refuerza con la influencia social y cultural, en el reconocimiento de la subjetividad de otras personas y en imaginar que sus experiencias son como las propias.

Seguro que la empatía no se inventó en el siglo XVIII, pero hay una coincidencia de tiempo espacio entre el nacimiento de los derechos humanos y la novela epistolar francesa entre las décadas de 1760, 1780 y parte de la de 1790. En 1701 se publicaron 8 novelas, en 1750 cincuenta novelas y en 1789, el año de la Revolución, 112 novelas.

No se afirma que sea la Novela epistolar el único elemento que propició la identificación entre diversas clases sociales de la Francia del siglo XVIII, pero sí tuvo gran influencia, sobre todo tomando en cuenta que cada vez había más personas que sabían leer y que tenían acceso a este tipo de lecturas.

Hubo dos importantes predecedoras de la Julia de Rousseau, Pamela (1740) y Clarissa (1748) ambas salidas de la pluma del inglés Samuel Richardson. En Pamela vemos la lucha de una sirvienta por ganar su autonomía, un estereotipo de la lucha de los oprimidos que causó un fuerte efecto psicológico en las masas de aquella época.

No se hicieron esperar las voces en contra de este tipo de literatura, muchos protestantes y católicos afirman que estas novelas eran placeres degenerados y vergonzosos que distraían las mentes jóvenes, se temía también que las novelas sembraran el descontento entre los sirvientes y las mujeres.

En sentido contrario, algunos críticos como Sarah Fielding o Von Haller, resaltaban esta empatía de la que hablábamos, que hacía que los lectores se mostraran más comprensivos con los demás; para Diderot, las pasiones ahí descritas, eran las mismas que podía sentir cualquiera y entonces se daba esa identificación con los personajes viéndolos como iguales, se comprendía que los demás poseen también un yo, un sentimiento interior, y dicha empatía los llevaba a realizar actos de benevolencia y generosidad hacia los demás.

En las tres novelas que hemos mencionado, los personajes principales son mujeres, un sector muy marginado de la época, pero se transformaban en heroínas con gran personalidad y voluntad, los lectores querían que se salvarán, querían ser como ellas; en el fondo se creaba la concepción de que todas las personas, hasta las mujeres, podían luchar por sus derechos y experimentaban la lucha y el esfuerzo que hacían por alcanzarlos.

La palabra empatía, apareció hasta el siglo XX en la lengua inglesa (empathy), y en el siglo XVIII era más bien usado el térmico compasión o simpatía (sympathy) que tenía un significado sinonímico a piedad, condescendencia, que en el fondo implica un sentimiento de igualdad, de una facultad moral.

Después de 1789, muchos revolucionarios franceses se manifestaron por la defensa de los derechos de protestantes, judíos, negros, esclavos, etcétera. Las mujeres tuvieron que recorrer un camino más largo para el reconocimiento de sus derechos políticos, en el siglo XVIII, sólo eran seres dependientes, que en la ficción de las novelas epistolares alcanzaron el ideal de la autonomía y dejaron desde ese espacio fantástico una puerta abierta a los futuros derechos de igualdad.





[1] Alexis de Tocqueville. El Antiguo Régimen y la Revolución. Guadarrama, Madrid 1969, p. 253, citado en La Historia de la Invención de los Derechos Humanos. Lynn Hunt. Tusquets Editores, Barcelona 2009, pág. 38

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