lunes, 10 de abril de 2017

La inocencia de la impoliticidad de las masas.

Por: Adriana Ortega Luna

Los recientes acontecimientos en Siria resultado de terribles crímenes de guerra y graves violaciones del derecho internacional humanitario, nos obligan a la reflexión sobre los denominados Derechos Humanos, y a cuestionarnos cómo es posible que en una época en la que se supone hemos logrado grandes avances en la defensa de éstos, presenciamos escenas dantescas como las que pudimos ver a través de los medios durante los últimos meses, particularmente el ataque con armas químicas a civiles sirios el pasado 4 de abril.

Pero más grave aún resulta la inacción de la comunidad internacional ante tales sucesos, me refiero principalmente a políticos, intelectuales y personajes destacados quienes pudiendo hacer valer su posición ante la opinión pública, se han limitado, cuando más, a realizar declaraciones reprobando dichos actos, parece que somos sólo mudos testigos de nuestro tiempo, a pesar de que la historia nos ha dado varias lecciones de las consecuencias de eso que Hannah Arendt llamaba “la inocencia” de la impoliticidad de las masas y que usamos como título para esta reflexión.

No es que las pérdidas humanas y el horror de la guerra sean algo nuevo, la historia de la humanidad ha tenido como motor a la guerra y sus atrocidades y son múltiples los ejemplos que podemos citar sobre la crueldad humana hacia su propia especie, pero nuestras preguntas aquí y ahora son: ¿de qué sirve reconocer los derechos humanos en las leyes?, ¿en verdad tenemos más derechos ahora que antes?, ¿hemos podido controlar la tendencia destructora del ser humano?, ¿tenemos un equilibrio entre el opresor y el oprimido?

Son preguntas a las que no podemos dar una respuesta única y categórica sin caer en un reduccionismo simplista, por eso trataremos de ver los dos lados de la moneda. Pensamos que es innegable que ha habido avances en materia de Derechos Humanos, no podríamos afirmar que nos encontramos en las mismas condiciones en las que estaban, por ejemplo, los esclavos en el Imperio Romano o los siervos de la Edad Media, sin embargo, tenemos que aceptar que hay una buena dosis de simulación en esto que llamamos Derechos Humanos.

Es claro que siguen imperando sobre los Derechos Humanos los intereses económicos, la ambición por el poder, un ejemplo inmediato de ello es el caso de Siria en donde son prioritarios los intereses de las grandes potencias en su juego con los movimientos terroristas, y no la seguridad de los ciudadanos sirios. Vemos como es cada vez más frecuente la celebración de Tratados Internacionales que enlistan los Derechos Humanos como normas de cumplimiento obligatorio, y en paralelo vemos como se violan de manera reiterada y no existe un medio efectivo que sancione esas acciones.

En México, las cosas no son diferentes, tenemos una CNDH que emite recomendaciones no vinculantes, lo que de inicio deja mucho espacio a quien insista en imponer su voluntad sobre los demás. En nuestro país las violaciones son permanentes y gran cantidad de ellas cometidas por el mismo sistema de seguridad que se supone debiera protegernos.

El hecho de que no exista una sanción, un castigo ante la violación de las normas, salvo la reprimenda moral, hace de los Derechos Humanos una mera ilusión, que se escapa del ámbito del Derecho, porque el que sean positivizados constituyéndose como una norma, no los hace una norma de Derecho si no existen medidas coactivas que garanticen su realización y castigo para el que las infrinja.

Situaciones como la de Siria, que las hay y muchas, nos muestran que los Derechos Humanos se limitan a ser un mero concepto capitalista y liberalista que las mismas élites del poder han abrazado para simular la existencia de los mismos materializándolos en las leyes. No es la primera vez que los sectores hegemónicos en la sociedad proceden así, ya antes inventaron “la naturaleza humana” o el “concepto de igualdad”.


No queremos desestimar a los Derechos Humanos, por el contrario, porque los consideramos una lucha, no de ahora, si no de muchas generaciones a lo largo de la historia de la humanidad, es por lo que pretendemos se analicen desde una perspectiva mucho más amplia que evite la inocencia de la impoliticidad de las masas.

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